El Covid-19 y la Salud Capilar… ¿Cómo afecta?

La pandemia global ha sido un constante proceso de aprendizaje y actualización. Durante estos meses, la ciencia ha trabajado a toda máquina para poder responder a la crisis y, en la medida de lo posible, hacer predicciones sobre un fenómeno sin precedentes en la historia de la humanidad. Es por eso que no hay certezas, sino hipótesis; cada dato es cuestionable y se trabaja sobre observaciones más que sobre conclusiones.

El virus se ha propagado a todos los ámbitos de la vida humana: sanitario, social, económico… En el tema capilar tampoco han faltado las preocupaciones y las interrogantes. ¿Puede el COVID-19 afectar la salud capilar? ¿Se trata únicamente de un efecto del virus o puede ser una consecuencia indirecta de la pandemia?

¿Puede la alopecia empeorar el cuadro de COVID-19 en caso de contagio?

Aunque parezca que no existe ninguna relación entre las dos cosas, la verdad es que la alopecia androgenética podría ser un indicador de riesgo a la hora de contraer COVID-19. Según un estudio publicado en el Journal of the American Academy of Dermatology, existe una mayor incidencia de casos graves del virus en personas que sufren de alopecia androgenética. Esto podría deberse a que los andrógenos (hormonas masculinas) pueden potenciar la infección.

Esta observación es útil para saber qué personas tienen más posibilidades de presentar cuadros graves, pero también para desarrollar posibles tratamientos que los eviten: los antiandrógenos podrían disminuir la gravedad del virus. El doctor Vañó, que participó en el estudio, asegura que ya hay un ensayo clínico planificado para valorar esta línea de investigación.

 

¿Haber tenido COVID-19 puede causar caída de cabello?

Son aún desconocidos los efectos a largo plazo que puede dejar la enfermedad. Se trata de una patología nueva, por lo que habrá que esperar algunos años para aclarar ciertas cuestiones. Sin embargo, todo apunta a que ciertas secuelas persistirán por meses, o quizá sean permanentes.

Algunos pacientes han seguido presentando dificultades para respirar semanas después de haber recibido el alta; otros han sufrido daños irreversibles en su capacidad pulmonar. Es posible que todo esto afecte el flujo de oxígeno en el organismo y, por lo tanto, también la oxigenación del cuero cabelludo, empeorando patologías preexistentes, como la alopecia.

¡Es muy importante recordar que todas estas son hipótesis, pero aún no existen suficientes pruebas científicas para respaldarlas o descartarlas!

 

Una cosa sí está clara: es posible que haber sufrido la enfermedad cause una pérdida de cabello evidente. No obstante, las razones no son tanto biológicas como psicológicas. Muchas de las personas que han cursado la enfermedad se han enfrentado a situaciones de estrés importantes: hospitales colapsados, incertidumbre, desconocimiento de una enfermedad nueva, caos mediático… Algunos incluso han estado ingresados en UCI, experiencia definitivamente traumática, con COVID o sin él. Entre los ingresados en UCI se han contado numerosos casos de alopecia (areáta o androgenética) y efluvio telógeno.

Lo cierto es que todos estos factores pueden causar un trastorno de estrés postraumático (TEPT), entre cuyos efectos se puede contar la pérdida de cabello. En principio, debería tratarse de una consecuencia temporal y pasajera, pero hay pruebas históricas de que el TEPT puede perpetuarse y complicarse si no se atiende y trata oportunamente.

 

¿El COVID-19 puede causar caída de cabello incluso a quien no lo ha tenido?

 Sí. Por una vez que se puede dar una respuesta clara en materia de coronavirus, no hay que desaprovechar la oportunidad: la respuesta es .

La interrupción de tratamientos en curso y la falta de atención médica de problemas incipientes debido al confinamiento (y a las restricciones que la población se ha auto-impuesto para evitar contagios) son las primeras causas que saltan a la vista en lo que se refiere a pérdida del cabello en personas que no se han enfermado durante la pandemia. Pero no son las únicas.

La humanidad entera, en mayor o menor medida, ha estado sometida a un gran estrés y a unas circunstancias de vida inusuales. El confinamiento ha hecho aflorar gran cantidad de patologías latentes, pero también ha causado algunas que no se hubieran presentado en otras circunstancias. Lo cierto es que la pandemia ha generado un impacto importante en la salud de toda la población, sin importar si ha contraído COVID-19 o no.

Entre estos efectos están la pérdida de tono muscular, el surgimiento de adicciones conductuales y el efluvio telógeno agudo, entre otros.

 

¿Qué es el efluvio telógeno agudo?

Se trata de una alteración del ciclo de vida del pelo. Al acortar sus fases, el cabello se cae mucho antes de lo que debería, multiplicando así el volumen de pelo perdido hasta por cuatro. Normalmente, se produce debido a circunstancias traumáticas en la vida del individuo. No suele tener complicaciones, salvo en sujetos que sufren de otras enfermedades capilares.

Durante la crisis del COVID, las consultas dermatológicas relacionadas con el efluvio telógeno han aumentado considerablemente, especialmente entre las mujeres, un sector de la población que normalmente tiene menos problemas relacionados con la caída del cabello. Generalmente, esta enfermedad remite en cuanto se identifica y elimina la causa.

 

En los momentos actuales es sencillo determinar que la causa está relacionada con la pandemia. Lo más probable es que se deba a ansiedad, estrés, cambios bruscos en la alimentación e infecciones (en el caso de los afectados por el virus). Sin embargo, aunque está claro el detonante, este no es tan sencillo de eliminar. Lo más recomendable, entonces, es aplicar un tratamiento para evitar que pueda adquirir carácter crónico. Es recomendable tomar complejos vitamínicos para fortalecer el pelo y aplicar productos para regular el ciclo de vida del cabello .

Si estás notando alguna anomalía preocupante en tu cabellera.

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